El trasplante de precursores hematopoyéticos (TPH) es una opción terapéutica ampliamente estudiada y que ha sido empleada principalmente –aunque no de manera exclusiva– en el tratamiento de determinadas neoplasias hematológicas, en las cuales el TPH puede representar la única opción curativa. Sin embargo, sus aplicaciones no se limitan a alteraciones de tipo neoplásico ni hematológico y, de hecho, la utilidad de esta intervención ha sido investigada en muchas otras enfermedades, por ejemplo en enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple (EM). De hecho, en estudios clínicos aleatorizados en pacientes con EM se ha podido documentar la remisión prolongada