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Farmacia con arte

Pintando al sol del mediodía

  • 10 enero 2023
  • María del Mar Sánchez Cobos
  • Tiempo de lectura 9 minutos

Una ventana. Tras los cristales, un exuberante jardín donde palomas y jilgueros entonan sus cantos. Al fondo el azul del mediodía. El azul mediterráneo. Bañado de sal y luz. Un paisaje pintado. Un sueño recordado a través de la profunda mirada del genio.

La mirada de Picasso lleva dentro la mirada del niño que fue. Aquel que correteaba entre las palomas que residían como él, en una hermosa plaza del sur de España. En una ciudad, que por su luz, sus gentes y su clima, fue rebautizada por Vicente Aleixandre, como «la Ciudad del Paraíso». Hasta su casa volaba la brisa que subiendo por la calle Alcazabilla, traía sabor a mar, un cierto olorcillo a fritura, y sonidos de cantes y guitarras provenientes de un local lleno de embrujo y arte: el Café de Chinitas. A veces viajaban ecos de palmas y olés, desde la plaza de toros de la Malagueta. Y aquel niño, en la luminosa Málaga, todo lo aprehendía.

Pablo nació en 1881 dentro de una familia de clase media burguesa. Su padre José Ruiz Blasco pintaba cuadros de «comedor» y era administrativo en la Escuela de Artes y Oficios de San Telmo.

Pablo nació en 1881 dentro de una familia de clase media burguesa. Su padre José Ruiz Blasco pintaba cuadros de «comedor» y era administrativo en la Escuela de Artes y Oficios de San Telmo. A don José le gustaba acudir a la tertulia que se organizaba en la rebotica de la cercana farmacia de Francisco Mamely, en la esquina de la calle Granada con la Plaza de la Merced. Una botica que había abierto sus puertas en 1739. Cuentan que en la tarde del 25 de diciembre de 1884, los frascos de los estantes que contenían los mil y un remedios de dicha botica, empezaron a caerse debido a un terremoto.

El padre de Picasso salió corriendo hacia su casa para reunirse con su familia. María, su mujer, se encontraba en un estado de embarazo muy avanzado, por lo que se dirigió hacia el domicilio de su compañero y amigo Muñoz Degrain, que en su opinión, tenía unas habitaciones más seguras. Y allí, nació la segunda hija del matrimonio, Lola. La preocupación del padre de Picasso era lógica porque aún recordaba el accidentado nacimiento del pequeño Pablo, al que dieron por muerto, y por ello la partera lo había dejado sobre una mesa. Su tío Salvador, médico, allí presente, estaba fumándose un puro y el humo hizo toser al recién nacido, lo que lo salvó. Así abría sus inmensos ojos el artista que se iba a asomar a un siglo cargado de sueños, ilusiones, guerras y decepciones.

La familia era muy tradicional y el niño fue bautizado en la cercana y antigua iglesia de Santiago, donde se habían casado sus padres. Entre bordados y rezos, en los felices días de su infancia tras los cristales de su casa señorial con balcones, en alguna tarde de lluvia, sus pupilas captaban todos los matices, colores y tonalidades que la tarde, caprichosa y primaveral, iba dejando en su pasar. Del gris, al rosa, al azul, al amarillo brillante, tras la tormenta. Caleidoscopio multicolor. Formas distorsionadas. Ramas rotas por el viento. Papeles en movimiento. Un “collage” de la naturaleza que imperceptiblemente iba inundando el espíritu del futuro genio.

Su primera pintura la realizó sobre la tapa de una caja de puros de su padre y era de temática taurina, afición que le acompañó durante toda su vida.

Su primera pintura la realizó sobre la tapa de una caja de puros de su padre y era de temática taurina, afición que le acompañó durante toda su vida. A los nueve años pintó un oleo del puerto de Málaga. Desde ese mismo puerto, un año después, la familia Picasso, se embarca rumbo a Galicia para instalarse en la Coruña donde el padre es contratado como profesor de dibujo en un instituto. La nueva casa se encuentra a dos pasos del mar. Tierra de pescadores como la que habían dejado atrás. Pero…! Que distinto mar!… El estruendo del Cantábrico se dejaba oír más allá del hercúleo faro. El viento hacía temblar los vidrios de las fachadas de las galerías, que solo de vez en cuando, se encendían con el sol.

Durante los años que pasa en esta lluviosa ciudad, su padre que le ve aptitud, lo encamina hacia las Bellas Artes. Así sus principios como pintor, llevan el sello clásico, con gran dominio de la técnica del dibujo y el retrato. El primer retrato importante es el realizado al doctor Pérez Costales.

Ramón Pérez Costales era un personaje de especial relevancia en la sociedad coruñesa del siglo XIX, filántropo, político, gran hombre de ciencia y amigo de la familias Picasso y Pardo Bazán. Su influencia fue clave para que el muchacho pudiera exponer sus pinturas en un establecimiento de la calle Real en dicha ciudad. En el número 92 de esta misma calle, se encontraba la farmacia de Gumersindo Pardo Reguera. Picasso era muy amigo de su hijo Antonio, y pasaba muchos ratos en el local. El farmacéutico Pardo Reguera era además un brillante catedrático y gran retratista y fue fuente de inspiración directa en los trabajos iniciales del joven. Compartieron modelos entre los cuales estaba el doctor Costales, antes mencionado. La estancia de Picasso en Galicia se puede considerar como una etapa de aprendizaje artístico.

Conchita, la hermana pequeña, muere a causa de la difteria y la familia se traslada a Barcelona. Aquí el artista realiza su primera gran obra: «Ciencia y Caridad».

Inmerso en plena adolescencia, la vida le muestra su cara más amarga. Conchita, la hermana pequeña, muere a causa de la difteria y la familia se traslada a Barcelona. Aquí el artista realiza su primera gran obra: «Ciencia y Caridad». En ella, un médico le está tomando el pulso a una enferma, mientras una monja le ofrece un tazón a la misma. El médico -para cuya figura posó el padre de Picasso- representa la ciencia, y la monja, la caridad. Este lienzo, de tinte realista y costumbrista, premiado y reconocido, supone el punto de partida de la inmensa y colosal producción artística del genio.

Al llegar a Barcelona su educación es puramente clasicista. Pronto se topa con el modernismo y sus máximos valedores, con los que mantiene relación de amistad y camaradería: Ramón Casas, Sabartés, Rusiñol, Julio González o Casagemas. Posteriormente, tras una corta estancia en Madrid, se desplaza a París, centro de las vanguardias artísticas, donde se irá haciendo un hueco. Personaje querido a la vez que envidiado, su pintura pasa por diferentes períodos. Así conocemos la llamada época azul, de tintes sombríos, debido a la tristeza en la que se encuentra inmerso por la muerte de su íntimo amigo Casagemas. Visible es en este período la influencia del Greco. Poco después se enamora, la vida le sonríe y le llega el éxito. Estamos en la llamada época rosa: su paleta se hace cálida y se llena de arlequines y bufones; después, el arte africano y la época negra. Pero en su fuero interno hay una llama que no le deja estancarse. Necesita volar como las palomas de su infancia y crecer, experimentar nuevas rutas artísticas. Y entonces llegan «las Señoritas de Aviñón».

Obra analizada, diseccionada y estudiada hasta la saciedad, muestra un conjunto de odaliscas-prostitutas cuyos rostros y cuerpos pierden su natural redondez transformándose en líneas, ángulos y aristas. La geometría impera. No existe la perspectiva. ¡Ha nacido una nueva vanguardia artística!: el cubismo. Cierto es que artistas coetáneos ya lo han esbozado, pero es Picasso quien le da entidad. Son años maravillosos los que el artista disfruta en la Ciudad de la Luz, justo antes de la Gran Guerra. Es un momento estelar de la historia como diría Stefan Zweig. Nunca coincidieron en un mismo tiempo y lugar, tantos intelectuales y artistas. Y casi todos fueron amigos de Picasso. Max Jacob, los hermanos Stein, Braque, Matisse, Cocteau, Diáguilev, Stravisnky, Chanel… Aunque con quien mantuvo una relación más cercana fue con Apollinaire, quien a su vez le presentó al famoso Dr. Doyen, un científico muy heterodoxo que patentó varias especialidades farmacéuticas. Picasso utilizó un recorte con la publicidad de estos medicamentos en el collage cubista titulado «Bouteille et verre».

La geometría impera. No existe la perspectiva. ¡Ha nacido una nueva vanguardia artística!: el cubismo.

Creador infatigable, prolífico y poliédrico. Escultor, ceramista o diseñador. Se reviste de simbología al hacerse Minotauro; y se mira en la historia al dialogar con Velázquez, Ingres o Delacroix.

La vida y obra de Picasso es tan larga y tan intensa, tan importante e interesante, que se necesitarían varias vidas para profundizar en su legado. De ahí que solo me haya atrevido a escribir unas pinceladas que recuerden su relación con nuestra profesión, especialmente durante su juventud.

Desde una ventana de la Costa Azul, con su sempiterna camiseta a rayas, miraba el mar. Atrás quedaban los sinsabores de la guerra; el grito doloroso de la tierra; el toro y el caballo sobre la arena; el amor y el desamor. Incrustada en su alma permanecía su patria chica, alegre y luminosa. El arrullo de una paloma. Y el sol inspirando a los pintores. A la luz del mediodía.

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