No tienes búsquedas recientes.

Farmacia con arte

Un abanico de mar, te voy a regalar

  • 5 junio 2023
  • María del Mar Sánchez Cobos
  • Tiempo de lectura 7 minutos

Solo te lo podré dar si me acompañas a un increíble viaje. No necesitarás maletas, pero sí aletas, para sumergirte en las aguas del ancho mar. No es fácil de encontrar; sus ramificaciones llenas de color danzan al ritmo de las corrientes marinas, y ancla su cuerpo a una roca como si perteneciera al reino vegetal. Pero no es una planta, ni un coral; es un pequeño animal.

El abanico de mar es un bello ejemplar de pólipo que pertenece a las Gorgonias, crece en forma de abanico y su estructura –esqueleto púrpura, violeta o blanco– puede alcanzar hasta dos metros de alto. Está emparentado con las anémonas, las medusas, y los corales.
Los organismos coralinos tienen los cuerpos blandos, forman colonias y son autosuficientes. Aunque algunos no poseen esqueleto, los que lo tienen, funcionan como protector calcáreo y es el que compone los llamados arrecifes de coral. Producen fascinantes paisajes submarinos. Algunos de ellos se crearon hace 50 millones de años. Viven en los lugares tropicales de todo el planeta y rebosan de vida. El más extenso –de mayor tamaño que Italia– es la Gran Barrera de Coral sita en Australia y le sigue el Arrecife Mesoamericano, en el mar Caribe. Especialmente bellos son los atolones: islas coralinas con una laguna interior que normalmente se comunica con el mar. Se suelen formar alrededor de una isla volcánica cuando esta se va hundiendo en el océano. De igual importancia respecto a la biodiversidad, son los bosques de coral negro, que a diferencia de los anteriores, viven en aguas más frías y en zonas de penumbra. Y al ser bioconstructores sirven de hábitat a invertebrados y algas. Son muy resistentes: los de la Isla de la Palma sobrevivieron intactos a la erupción del volcán de Cumbre Vieja en 2021.

El abanico de mar es un bello ejemplar de pólipo que pertenece a las Gorgonias, crece en forma de abanico y su estructura –esqueleto púrpura, violeta o blanco– puede alcanzar hasta dos metros de alto.

Los corales se reproducen asexualmente cuando son pólipos genéticamente idénticos, aunque la mayoría lo hace de forma sexual. Se podría decir que son «hijos de la luna» puesto que tras un episodio de luna llena, una vez al año, millones de ejemplares desprenden una nube de óvulos y espermatozoides que se encontrarán en la superficie del mar. Se alimentan de pequeños peces y sobre todo de plancton.

El plancton marino está formado por millares de especies, su nombre significa “vagabundo” en griego y es invisible para el ojo humano. Está constituido por cinco grupos de organismos: virus, hongos, bacterias, zooplancton y fitoplancton, que es el más importante e incluye a los organismos fotosintéticos. Un universo por descubrir. Su aplicación biotecnológica puede ser de gran envergadura. Especialmente en el empleo de nuevas moléculas de uso farmacéutico y cosmético.

El potencial curativo que poseen los organismos del mar es enorme. Se están estudiando proteínas procedentes de venenos de caracoles marinos que pueden producir analgésicos mucho más potente que la morfina; algas, esponjas o ascidias pueden tener la llave para tratar enfermedades víricas, Alzheimer o el cáncer. Antitumorales como la trabectedina extraídos de una ascidia llamada Ecteinascidia tubirnata es ya una realidad. Según investigadores de la Universidad de Utah (EE UU), los corales blandos son fuente de eleuterina, potente anticancerígeno.

El coral más famoso es sin duda el coral rojo. Alegoría de la suerte, la prosperidad, armonía y fertilidad y asociado a las aguas cálidas ha sido muy cantado por los poetas. En un madrigal, Quevedo nos cuenta: Tres cruces de sus dedos celestiales/Engastó en perlas y cerró en corales; Lope de Vega hace nacer corales entre nieve fría. Y curioso es el del poeta y fabulista canario, Tomas de Iriarte cuando escribe: Metióse Amor a boticario un día/bella Orminta, y compuso una receta/para curar a un mísero poeta/que herido de sus flechas padecía. Mezcló la leche, el néctar, la ambrosía/la azucena, la rosa y la violeta;/el metal rubio del primer planeta,/el coral y las perlas que el mar cría. Y el músico inglés Edward Elgar compuso su obra “Donde descansan los corales” basada en un poema de su compatriota, Richard Garrett.

El plancton marino está formado por millares de especies, su nombre significa “vagabundo” en griego y es invisible para el ojo humano.

Los corales rojos descansaban formando auténticos bosques en buena parte del mediterráneo hasta mediados del siglo XVIII. Cuando el coral se saca del mar, sus características físicas cambian: se endurece y toma un color rojo muy intenso. Esta naturaleza especial hizo que desde la antigüedad se le atribuyeran propiedades curativas y mágicas, ya Dioscórides escribe sobre ellas en su famoso tratado. En farmacia podía formar parte de algunos polvos dentífricos. Ciertos médicos antiguos consideraban que poseía las mismas propiedades que las piedras preciosas: cordial, antídoto o absorbente. Durante la Edad Media tuvo mucho éxito; se empleaba como remedio para enfermedades relacionadas con la sangre por su color, con las varices debido a su forma arborescente, y propiciatorio para los partos. También era útil para protegerse del mal, de ahí, su amplio uso como amuleto. Toda esta fascinación quizá venga heredada de la leyenda de Medusa, monstruo marino cuya mirada convertía en piedra todo lo que miraba. El héroe Perseo cortó su cabeza y de la sangre vertida nació el coral.

El llamado “oro rojo” tenía un valor simbólico y la iconografía cristiana lo adoptó: así en las escenas de la Virgen con el Niño, se observan ramitas de coral en la mano del Cristo o alrededor del cuello. Los italianos Ghirlandaio, Mantegna, Piero de la Francesca o Masaccio lo incorporaron a muchas de sus obras. En España podemos encontrar algunas como la Virgen del Coral, en la catedral de Sevilla o la Virgen de la Leche en Valencia, donde todos los niños que están con sus madres a los pies de la Virgen, portan al cuello un collar de cuentas de color rojo. Existen muchísimos ejemplos en cuadros de Epifanía, martirios, nacimientos, o crucifixiones. Quien quiera profundizar sobre este tema, existe un interesante trabajo realizado por Pedro Luis Hernando Sebastián titulado “La iconografía del coral rojo en la pintura medieval española”.

Cuando el coral se saca del mar, sus características físicas cambian: se endurece y toma un color rojo muy intenso. Esta naturaleza especial hizo que desde la antigüedad se le atribuyeran propiedades curativas y mágicas

Su uso más apreciado fue en piezas de joyería: collares, pulseras, anillos, colgantes, estatuillas, lo que fue esquilmando los fondos marinos de tan preciada especie. Actualmente y debido a las olas de calor, la acidificación y la contaminación, las poblaciones están siendo llevadas al colapso. Por esta razón, los científicos están intentando salvar los arrecifes y con ello la biodiversidad submarina con métodos muy diferentes; cultivos en granjas submarinas, microfragmentación, o por reproducción asistida.

Como la tecnología siempre ha estado ahí para conocer las maravillas del mar, un equipo de expertos ha captado imágenes submarinas en 360º de los grandes arrecifes para Google Maps, y así poder zambullirnos y nadar junto a los peces tropicales sin levantarnos del sofá.

Te podría ofrecer un paseo en el submarino Peral, una travesía a bordo del Calypso de Jacques Cousteau; un viaje de 20.000 leguas con el capitán Nemo en el Nautilus; e incluso vivir en el Yellow Submarine, pero Neptuno, el dios del mar, está muy enfadado y las nereidas, tritones, y sirenas ya no quieren jugar entre las olas. Por eso, aunque un abanico de mar, te voy a regalar, no lo podrás tocar, ni arrancar !Solo lo podrás admirar y así preservar las maravillas que nos brinda la mar!

Escuchar artículo

Escucha este artículo

Sponsored content

Sponsored content

Getting your Trinity Audio player ready...