La ansiedad se define como un estado emocional que cursa con los mismos fenómenos fisiológicos y del comportamiento que los causados por el miedo, pero sin causa aparente. Sin embargo, hay una gran diferencia entre miedo y ansiedad. El miedo se ha dicho que es una respuesta a una causa objetiva. Desaparecida ésta, el miedo desaparece. Por su parte, la ansiedad tiene un curso mucho más largo. No hay causa aparente, es decir, manifiesta, pero puede deberse a diversas causas que pasan desapercibidas para el paciente. Puede ser la respuesta a una situación social, o a los intentos de dejar el tabaco o el alcohol.
La ansiedad puede aparecer súbitamente o de una forma gradual a lo largo de horas, meses o días, con una intensidad y una duración muy variables. Existen hasta cuatros tipos de ansiedad dependiendo de su características. En primer lugar hablamos de ansiedad normal, como respuesta de acomodación para conseguir la supervivencia en un ambiente peligroso. Por eso, es normal un cierto sentimiento de ansiedad y desasosiego cuando, por ejemplo, una persona no acostumbrada pretende hablar en público. La capacidad de soportar la ansiedad varía con las personas.
Otro tipo de ansiedad es la denominada ansiedad generalizada, que consiste en una preocupación y una angustia excesivas, casi diarias, con duración mayor o igual a seis meses, motivadas por una variedad de actividades o acontecimientos. Destaca por la desproporción entre su entidad objetiva y real, y la intensidad, frecuencia y duración de la preocupación del enfermo. Por otra parte está la ansiedad inducida por fármacos o enfermedades. Y por último pueden citarse los ataques de pánico y el pánico patológico. El pánico es una ansiedad aguda y extrema que se acompaña de síntomas fisiológicos como sudoración, ahogo, vértigos, dificultad respiratoria, nauseas o dolor de estómago entre otros. Cuando la situación de pánico surge de forma espontánea, no provocada ni justificada, nos encontramos con el pánico patológico.
El tratamiento de la ansiedad requiere un diagnóstico por un médico especialista, y la mayoría de los medicamentos que se utilizan son de dispensación con receta, y deben tomarse bajo control. En otras ocasiones de ansiedad leve, el farmacéutico puede aconsejar algún medicamento sin receta. El tratamiento farmacológico debe ir acompañado de la mejora de los hábitos de vida. Así, el paciente puede realizar sistemas de relajación, practicar algún deporte o ejercicio ligero, establecer hábitos sanos de alimentación, y evitar los excitantes como el café, té, o el tabaco.
No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con medicamentos.