Los callos son áreas superficiales duras de la piel, que se producen en zonas que sufren pequeños golpes o rozaduras de forma repetida. En ocasiones se localizan en las articulaciones de los dedos de los pies, en la superficie de la planta del pie o entre los mismos dedos, produciendo molestias dolorosas. El grosor no es uniforme y sus bordes están mal definidos, pudiendo alcanzar varios centímetros de tamaño. La piel en los callos presenta unas características estrías. En general se forman en las áreas que soportan más peso, las de los pies y las manos.
 
Otra forma de dureza son los conocidos como clavos, en los que la lesión suele adoptar una forma redondeada con un núcleo central. Es prominente y puede alcanzar hasta un centímetro o más de diámetro, suelen aparecer en los dedos de los pies y tiene un color amarillento o grisáceo. La principal diferencia entre los clavos y los callos es que éstos últimos no están tan bien delimitados como los clavos y pueden no tener núcleo central.
 
Los callos y clavos afectan en mayor o menor medida a prácticamente toda la población, aunque tienden a ser más comunes y de mayor grosor y extensión en la personas adultas. Aunque normalmente aparecen en manos y pies, pueden observarse también en otras localizaciones, de hecho pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo que esté sometida a presión o fricción, especialmente si existe además una prominencia ósea. Es frecuente que el origen de los callos sea profesional, aunque la mayor parte de los casos están relacionados con la presión de los pies debido a los zapatos, o la forma de andar.
 
Como en cualquier otra patología, el primer objetivo del tratamiento de los callos y clavos consiste en eliminar o reducir las causas que los originan. Para ello es recomendable la utilización de calzado cómodo, y elástico, junto con calcetines que no irriten la piel. En ocasiones se utilizan almohadillas o anillos de forma y tamaño que estén en función de la extensión y localización del área afectada. También son útiles los parches y vendajes protectores de gomaespuma.
 
Los fármacos utilizados en el tratamiento de los callos son de uso tópico y permiten eliminarlos. El más utilizado es el ácido salicílico, en ocasiones asociado con otros ácidos como el láctico y el acético. En algunos preparados también puede encontrase anestésicos locales, aunque éstos no siempre cumplen su función debido a que el grosor y dureza de la piel impiden su correcta absorción. Otros tratamientos recurren al limado, o el cortado inmediatamente después del baño con una especie de cortauñas especiales.

No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con medicamentos.