La dermatitis atópica en la infancia no presenta una gran gravedad, pero su padecimiento puede comprometer de una manera importante el equilibrio psicológico del niño y de su familia al perturbar su vida cotidiana. La dermatitis atópica es una dermatosis inflamatoria crónica que se caracteriza sobre todo por la presencia de prurito importante. La dermatitis atópica es la más frecuente de todas las dermatosis, situándose en los primeros lugares de las patologías infantiles. La mayoría de los casos aparecen en el primer año de vida y de ellos el 38% se declaran en los tres primeros meses.
En el origen de la dermatitis atópica intervienen varios factores. El factor genético es uno de los principales. Si uno de los padres ha padecido dermatitis atópica, el niño tiene el 50% de probabilidades de padecerla; y si son los dos este porcentaje asciende al 70%. Existen otros factores que influyen en su presentación y son los conocidos como factores del entorno. Así, La dermatitis atópica se agrava por la acción de numerosos alergenos, como son los ácaros, el polen o el polvo, entre otros.
La dermatitis atópica se caracteriza por manifestaciones clínicas y morfológicas muy diversas. Varía según el sexo, la edad, la raza, y las condiciones climáticas. Las lesiones se localizan en las inmediaciones de las mejillas, frente, pulgares y lóbulo de la oreja, y a veces en los miembros y cuero cabelludo. Hacia los tres años de edad las lesiones invaden los pliegues de las zonas de flexión como codos, rodillas, muñecas y tobillos. Además, las manos y los pies aparecen agrietadas permitiendo las infecciones. En la dermatitis atópica es preciso instaurar un tratamiento adecuado para permitir el correcto desarrollo del niño y evitar las infecciones.
El tratamiento debe buscar la disminución de la permeabilidad de la piel, para ello se utilizan antisépticos y antibióticos. La inflamación local, el prurito y el eritema, se tratan con corticoides locales, pero tomando una serie de precauciones como evitar la aplicación abundante en la cara y nunca aplicarlos en los párpados.
Junto al tratamiento existen una serie de medidas aconsejables. En primer lugar evitar en lo posible la acción de los alergenos que pueden agravar el proceso. El aire seco es un factor desfavorable y es recomendable la utilización de humificadores. La lana no se debe emplear y se aconseja la ropa de algodón de manga larga. Los baños son indispensables; no obstante, no deben prolongarse más de cinco minutos. El empleo de hidratantes cutáneos también es muy aconsejable. Por último, puede ser útil administrar al niño un antihistamínico a la hora de dormir, ya que puede actuar como sedante en el momento en que el prurito es peor.
No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con medicamentos.