El SIDA, o Síndrome de Inmudeficiencia Adquirida, es una enfermedad caracterizada por un déficit de la inmunidad. Está causada por un virus de la familia de los "retrovirus", conocido como "Virus de la Inmunodeficiencia Humana" o VIH. La infección origina en el paciente una amplia variedad de manifestaciones clínicas, desde estado de portador asintomático hasta procesos debilitantes graves y fatales.

La deficiencia de la inmunidad producida por el VIH condiciona la aparición de determinadas infecciones oportunistas y una tendencia a presentar infecciones comunitarias con mayor frecuencia. Las infecciones oportunistas son la primera causa de morbilidad y mortalidad de los pacientes con SIDA. Tal es el caso de la tuberculosis, la candidiasis, la neumonía, la toxoplasmosis, o las infecciones por citomegalovirus, entre otros.

Existen tres mecanismos fundamentales de transmisión del SIDA. El primero es la transmisión sexual, el segundo es la vía parenteral mediante la transfusión de productos sanguíneos infectados o la inyección con agujas contaminadas; y por último la vía perinatal, es decir de madre a hijo.

El contagio por VIH requiere el contacto directo con líquidos corporales que contengan células infectadas o plasma. Estos son la sangre, el semen, las secreciones vaginales, la leche, la saliva o los exudados de heridas. De todos ellos el medio de transmisión más común es la transferencia directa de líquidos corporales al compartir agujas contaminadas o durante las relaciones sexuales con exposición a dichos líquidos. La transmisión mediante las gotas producidas por la tos o el estornudo es extremadamente rara. Además, hay que destacar que el virus no se transmite por contacto casual, ni incluso por el contacto íntimo no sexual.

Las prácticas sexuales que no conllevan exposición a líquidos corporales son seguras. Otras prácticas, como la fellatio y el cunnilingus, parecen ser relativa pero no totalmente seguras. Las relaciones sexuales que producen traumatismo de las mucosas antes o durante el coito aumentan el peligro de contagio, pero sin duda el mayor riesgo corresponde al coito, en especial al anal receptivo.

El tratamiento farmacológico del SIDA incluye diferentes tipos de fármacos, desde los antiretrovirales empleados para intentar erradicar, o al menos limitar la progresión, del VIH, hasta otros tratamientos de las manifestaciones clínicas asociadas al deterioro orgánico del enfermo. El tratamiento precoz de las infecciones oportunistas, junto con la quimioprofilaxis primaria y secundaria, son elementos muy importantes en el mantenimiento de la calidad de vida de los pacientes con SIDA.

Los criterios de tratamiento manejados actualmente son agresivos, comienzan lo antes posible, y usan siempre varios medicamentos combinados, incluyendo un "inhibidor de la proteasa". La prevención del SIDA incluye entre otros el cumplimiento de todas aquellas medidas que contribuyan a impedir las vías de contagio: utilización de jeringuillas desechables, evitar la promiscuidad, y utilización de preservativo en relaciones sexuales de riesgo.

No lo olvide: Pregunte siempre a su farmacéutico. Él le informará sobre éstas y otras cuestiones relacionadas. Y recuerde que la intervención farmacéutica supone una elevada garantía en el proceso global de adecuación, efectividad y seguridad de los tratamientos con medicamentos.